De
la nada apareció. Estaba en la cama, decidiendo si me levantaba o
seguía durmiendo, porque ese tipo de cuestiones a veces llegan a tener
la importancia que merecen y el mundo se divide entre la vida y el
sueño, en esos momentos, ambos igual de tentadores. Pero algo empezó a
entrometerse en mi meditación, algo descartó mis argumentos a favor y en
contra, en contra y a favor; surgió de la nada, sin excusa, como un
decreto, la picazón en la planta de mi pie derecho, planta que ahora era
invadida por una ortiga y pedía a gritos la desmalezaran.
Lo
peor es no poder echarle la culpa a alguien, porque cuando se es
víctima de un mosquito, uno puede, en el mejor de los casos, mandarlo de
un cachetazo al infierno, porque todos los mosquitos van al infierno o,
por lo menos, eso quiero creer. Y si acaso hay de estos bichos en el
paraíso, pues tal vez allí el repelente esté muy barato. Y en el peor de
los casos, el diminuto drácula se saldrá con la suya, pero dejará la
figura del odio a quien adosar todo tipo de maldiciones e injurias. Yo
no podía descargarme con nada, sólo me quedaba rascarme y esperar a que
los astros rompieran la alineación que maldecía mi desdichado pie.
Un
segundo pensamiento se me presentó: ¿y si era esta una oportunidad que
el universo me daba? La salida fácil es rascarse, pero en ese caso uno
gana en el corto plazo, el espíritu no percibe beneficio alguno ¿de qué
sirve transitar esta vida si no se busca nutrir el alma? ¿cómo
convertirse uno en un mejor ser humano si ante una prueba de temple
elije tomar un atajo?. Decidí ser soldado en esta batalla. Entonces
permanecí inmóvil, seguí con mi meditación como si nada pasara, aguanté
los momentos de debilidad, sufrí la tentación de rascarme una y otra vez
mientras la picazón aumentaba y mi pie imploraba misericordia. No lo
escuchaba, mi tarea era decidir si levantarme o no. Cada minuto era una
eternidad.
Como
un relámpago que rompe en dos la oscuridad, salté de mi cama, no tenía
caso seguir acostado, el sueño había caducado. Avancé algunos pasos y el
demonio que me atormentaba desapareció.
Ahora
soy un hombre más sabio, ahora que un fuerte viento ha pulido parte de
mi ser. Además (y principalmente) elegí no rascarme porque tengo muchas
cosquillas y no hay nada peor que las cosquillas.
Muy padre blog y buenas palabras.. seguiremos leyendote!!
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