martes, 1 de marzo de 2016

Me pica el pie

De la nada apareció. Estaba en la cama, decidiendo si me levantaba o seguía durmiendo, porque ese tipo de cuestiones a veces llegan a tener la importancia que merecen y el mundo se divide entre la vida y el sueño, en esos momentos, ambos igual de tentadores. Pero algo empezó a entrometerse en mi meditación, algo descartó mis argumentos a favor y en contra, en contra y a favor; surgió de la nada, sin excusa, como un decreto, la picazón en la planta de mi pie derecho, planta que ahora era invadida por una ortiga y pedía a gritos la desmalezaran.

Lo peor es no poder echarle la culpa a alguien, porque cuando se es víctima de un mosquito, uno puede, en el mejor de los casos, mandarlo de un cachetazo al infierno, porque todos los mosquitos van al infierno o, por lo menos, eso quiero creer. Y si acaso hay de estos bichos en el paraíso, pues tal vez allí el repelente esté muy barato. Y en el peor de los casos, el diminuto drácula se saldrá con la suya, pero dejará la figura del odio a quien adosar todo tipo de maldiciones e injurias. Yo no podía descargarme con nada, sólo me quedaba rascarme y esperar a que los astros rompieran la alineación que maldecía mi desdichado pie. 

Un segundo pensamiento se me presentó: ¿y si era esta una oportunidad que el universo me daba? La salida fácil es rascarse, pero en ese caso uno gana en el corto plazo, el espíritu no percibe beneficio alguno ¿de qué sirve transitar esta vida si no se busca nutrir el alma? ¿cómo convertirse uno en un mejor ser humano si ante una prueba de temple elije tomar un atajo?. Decidí ser soldado en esta batalla. Entonces permanecí inmóvil, seguí con mi meditación como si nada pasara, aguanté los momentos de debilidad, sufrí la tentación de rascarme una y otra vez mientras la picazón aumentaba y mi pie imploraba misericordia. No lo escuchaba, mi tarea era decidir si levantarme o no. Cada minuto era una eternidad.

Como un relámpago que rompe en dos la oscuridad, salté de mi cama, no tenía caso seguir acostado, el sueño había caducado. Avancé algunos pasos y el demonio que me atormentaba desapareció. 

Ahora soy un hombre más sabio, ahora que un fuerte viento ha pulido parte de mi ser. Además (y principalmente) elegí no rascarme porque tengo muchas cosquillas y no hay nada peor que las cosquillas.

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